Los avestruces son las aves vivientes más grandes que existen. Concretamente el avestruz de cuello rojo, que es una de las cuatro subespecies existentes, es la más robusta y que mejor soporta la falta de agua.

Sin embargo, hay muchas características que comparten todas las subespecies. Todas ellas son aves no voladoras con un esternón plano carente de quilla y adaptadas a la carrera. Para ello, han reducido a dos el número de sus dedos, disminuyendo la superficie de contacto, para aumentar su velocidad. El dedo interno, proporciona el impulso en las amplias zancadas, permitiéndoles alcanzar velocidades de hasta 65 km/h. Además, está dotado de una uña fuerte y plana, arma que utilizan los machos en sus aparatosas peleas nupciales. Por otro lado, sus alas, demasiado pequeñas para alzar el vuelo, le permiten mantener el equilibrio durante las carreras.

Todas ellas también presentan dimorfismo sexual, es decir, a simple vista podemos diferencias a los machos y las hembras, en el caso de los avestruces, debido al color de sus plumas. Las hembras de plumas pardas se confunden con los colores de la sabana, lo que les permite incubar la puesta durante el día sin ser detectadas fácilmente por sus depredadores, mientras que los machos, de plumaje negro y blanco se mimetizan más fácilmente por la noche, por lo que incuban durante las horas de oscuridad.

Lamentablemente, la situación en la que se encuentra el avestruz de cuello rojo es más preocupante que la de las otras subespecies puesto que ha experimentado un rápido declive en los últimos 50 años debido a la caza, tanto por sus plumas como por su carne, la recolección de sus huevos y la pérdida de su hábitat, haciendo que tan solo queden algunos ejemplares dispersos por varios países del norte de África. Sin embargo, en la Lista Roja de la UICN al agruparse todas las subespecies como Struthio camelus, sigue figurando como “Preocupación menor”.